9 de junio de 2009

Segundo día: del sol de Uchaud, a la lluvia en Bézieres

Unos chetos: en el Megane Coupé Cabriolet, por la autopista hicimos 100 km.

Había dos motivos para jugar Saint-Thomas, en Bézieres: uno, Chris quería conocer el campo; dos, queda cerca de Narbonne, y allí viven sus dos hijas, Lola e Ilona. ¿Por qué no matar dos pájaros de un tiro? Preparamos unos sandwiches de jamón crudo y camembert, unas aguas minerales y salimos pasado el mediodía.

El GPS nos iba cantando el camino: "en 850 metros, doble a la derecha" (pero en francés). Llega un momento que tenés ganas de matarla a la mina que grabó las voces. Pero lo bueno es que te avisa dónde están los radares con fotomultas.

¿La cancha? Ninguna maravilla. A Chris no le gustó nada. A mí... para mí jugar al golf en un potrero ya vale la pena. Y siempre es mejor que estar en una oficina. Cortita como viraje e' laucha, tiene algunas cosas interesantes (los greens y unas subidas y bajadas naturales muy pintorescas) y otras incomprensibles, como los dos árboles que están en el medio del fairway del 6 ¡adelante del green!.

Jugamos sólo 9 hoyos por falta de tiempo. Hice 4 pares, 4 bogeys y un doble bogey: +6, nada mal, ¿no? En el fairway del 8 nos sorprendió una tormenta tipo Pampero, con mucha lluvia y mucho viento. Del otro lado, seguía brillando el sol

Lluvia con sol, sinónimo de arco iris. Vean atrás nuestro, si no.

La cena en Narbonne estuvo buenísima. Carne argentina pero a la francesa: vuelta y vuelta. Ilona insiste en querer enseñarme francés. Pero sus intentos son infructuosos. Volvimos muy tarde y estamos molidos.

Así es Narbonne, calles muy angostas sin vereda. Me encantó.

A dormir, mañana nos espera Servanes.

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