30 de abril de 2014

Vivir para contarla



"Sir, your tee time will be at 8.10"
Y con esa breve frase el starter convirtió la fantasía en realidad. Atrás quedaron las 8 horas tratando de dormir en el tren que une Londres con Leuchars, el frío y viento que me recibieron a las 5 de la mañana, la casilla del starter vacía, el conserje del Rusacks hotel que me sirvió un café y, especialmente, la incertidumbre de si iba a poder jugar o no en el Old Course.

A partir de ese momento mi cabeza tenía una única idea: no la arruines en el tee del uno. Era mi único deseo. Así que salí volando para el house para alquilar los palos e intentar practicar en el putting green. 


La primera sensación al amanecer en St. Andrews es que uno ya estuvo ahí. Sin dudas todos vimos por TV cuando Tiger ganó en el 2005, mismo año en que Nicklaus se retiró y se sacó la famosa foto en el Swilcan bridge. El tee del 17 con el tiro sobre el hotel es algo que cualquier golfista sabe que existe. En fin, todo parece muy familiar, como en un sueño.

Conocí a mis compañeros de ronda: Gordon (socio de la R&A, debe haber jugado mil vueltas ahí en su vida), Jim y Susan (pareja de médicos de San Francisco que jugaban por 5to día consecutivos la cancha, o sea unos verdaderos golfetas). 

Los dioses escucharon mis plegarias y el drive salió al medio (el fairway del 1 es gigante, compartido por el 18). Digamos que no es difícil de encontrar el fairway del 1, pero en esas circunstancias que la pelota haya salido para adelante era todo un logro. Me quedaban 130 al green (las distancias están todas al inicio del green, dado que como la pelota pica y sale para adelante siempre). Pitch que quedó a 5 metros de la bandera. "Increíble, hoyo uno y tengo putt para birdie"- mi cerebro no lo podía creer acostumbrado a los últimos desastres en Cariló. Dos putts y alegría total.

Salida del hoyo 2

Uno de los temas que tiene el Old Course es la increíble cantidad de bunkers, que no se ven desde el tee de salida. Eso sumado al viento y la dureza del suelo hacen que haya que tener mucha precisión en los tiros largos (obviamente no es una característica distintiva de mi juego).
En el dos zafé de casualidad de los bunkers de la izquierda, mi tercer tiro quedó a 3 metros de la bandera, dos putts y bogey. En el 3 llegué en dos al green pero me quedó un putt de aproximadamente 50 yardas (dentro del green, caídas para todos lados), ahí apareció la magia y logré irme nuevamente con par.
La magia sobre el green iba a continuar durante casi toda la vuelta, teniendo en cuenta que hacer dos putts en cada green es casi imposible. 




En el hoyo 5 (único par 5 de la ida), caí por primera vez en un bunker (costado izquierdo del green). Los bunkers son básicamente agujeros de 2 metros de profundidad con paredes de madera. La pelota salió en el primer intento y quedó a 2 metros, me fui con bogey de oro.
La racha siguió con bogey al 6, par al 7, par al 8 y bogey al 9.

El clima venía bastante bien, frío y viento pero sin lluvia. Luego de un cafecito arrancamos la vuelta. 

Par de oro al 10 con dos putts desde Saturno, esto ya me estaba pareciendo demasiado increíble.

"Gabriel, this is one of the finest Par 3´s in golf", me dice Susan y arranca con toda una descripción del hoyo 11. Básicamente es un par 3 que es conocido como el par 5 más corto del golf. Ya me iba a enterar por qué, pero tiene 160 yardas, viento en contra, dos bunkers a la entrada, el green es una especia de pasarela de 2 metros de ancho que cae para adelante y si te pasás es una pared que da contra el Mar del Norte. La leyenda dice que la primera vez que Bobby Jones jugó el Old Course hizo 6 tiros desde uno de los bunkers y abandonó la cancha, luego volvió en otras ocasiones para ganar distintos torneos y enamorarse del lugar.

Pues bien, con mi tarjeta de 41 de ida me dispuse a pegar. Corto de los bunkers, chip al medio del green que corrió y nunca paró. Desde atrás del green el panorama es complejo: es una montaña y ni bien la pelota pica en el green cae para los bunkers. En resumen, 3 tiros para subirla, dos putts y un lindo 7 en la tarjeta. En ese momento mis compañeros dijeron: a este pibe le apareció el handicap o, como diría Penano, la estirpe golfeta.

En el 12 jugué un chip buenísimo, dos putts y bogey para seguir aguantando. La sensación en general es que la cancha en cualquier momento te noquea (en eso es igual a Playa Grande). Entre el viento, el rough espeso, los bunkers, unos arbustos amarillos que son peores que los árboles, los greens enormes con caídas para todos lados, siempre hay algo que está molestando al margen del cerebro del jugador.

Bogeys al 13 y al 14, claramente gracias a la colaboración de mis compañeros de línea que me indicaban más o menos para dónde apuntar en las salidas. 

Hell Bunker (hoyo 14)
Par al 15 con dos putts milagrosos y seguía en carrera. En el 16 agarré el segundo bunker de la vuelta y me fui con triple bogey (podría haber sido un desastre total, logré sacarla y pasó a 5 cm del borde para nunca más parar sobre el green).

Y ahí comenzó el final, el famoso tee del 17 del Old Course (Road Hole, 450 yardas, par 4).



El tiro es por encima de la pared verde (que luego descubrí que está llena de golpes de pelotas). Por la izquierda hay rough y fuera de límites, así que no hay otra que ir por arriba. Los pros van por arriba de las habitaciones, no quise hacer la prueba. Superada la salida, y encomendado a todos los santos, llegué a esta situación:



Mi tiró no llegó al bunker, que es lo único que hay que esquivar en ese hoyo. Obviamente la bandera estaba puesta atrás del bunker y el green cae todo para atrás (a la calle, que forma parte del hoyo). Sin dudas, y luego de escuchar las historias respecto de ese bunker, jugué putt al medio del green. Dos putts más y doble bogey más que meritorio. Nota: junto con el 11, es el mejor hoyo para ver y jugar, al día siguiente estuve una hora sentado al costado viendo grupos de gente pasar y nadie le sacó par (digamos que el nivel de golfistas que jugan ahí es bastante bueno).


Todo listo para terminar la vuelta, drive al medio del fairway del 18. Foto en el Swilcan Bridge para la posteridad, dos putts para bogey y vuelta concluida.



Fueron 6 pares, 9 bogeys, 1 doble, 1 triple y 1 cuádruple. 90 gross y una felicidad pocas veces experimentada en una cancha.

Se dice que en el Old Course se comenzó a jugar al golf hace 600 años, que en algún momento lo prohibieron y se convirtió en criadero de conejos, que en principio eran 22 hoyos y un pariente de Guido los llevó a 18. Cada bunker tiene un nombre, cada hoyo tiene miles de historias. Eso es lo que se respira en ese lugar. 


“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Eso dice García Márquez en el incio de su autobiografía inconclusa. La única forma en que podría tener mejores recuerdos de mi viaje a St. Andrews sería compartiendo el viaje con los golfetas.

North Sea Invitational, allá vamos.



 

 

5 comentarios:

PP dijo...

Cómo hacemos ahora para narrar algún match de la Carrera a Pilar disputado en San Martín o Campo Chico?
Muy bueno Gaby! La experiencia vivida, la vuelta que jugaste y el post.

coco dijo...

Simplemente increíble! !! Me volví loco.
Si o si tenemos que ir.
Coco

Anónimo dijo...

Nos hiciste viajar a todos por un rato.
Me alegro que hayas tenido los huevos de mandarte, y que buena recompensa !!
Tomaste nota de los palos que alquilaste ?? Ojo que se viene el Gaby de una cifra.
Abrazo, Penano.

Anónimo dijo...

Genial Gaby!!!! Un viaje increíble!!!! Un Gran abrazo!!!! Farinello

Anónimo dijo...

Gaby genial, lo leí de nuevo y me encanto! Cariños!! Los Farinellos