Semana (non) Sancta

Otoño a full. Hay que marcar bien la pelota.

 Llegó el otoño. Ya no hay que soportar temperaturas inhumanas ni la necesidad de hidratarnos debajo de 43º a la sombra. Estos, dicen, son los mejores días del año para la práctica del golf. Dicen. Ahora hay que lidiar con mosquitos, viento en contra y las hojas amarillas que caen de los árboles y nos impiden encontrar una pelotita blanca en un metro cuadrado.

Cosas del golf.

Y mientras los mejores profesionales del planeta luchaban contra el endiablado Amen Corner, de Augusta National, una pequeña misión de cuatro golfetas se le animaron al famoso y complicado Shalom Corner de Pilar, para no ser menos. "Si Cabrera hace un triple bogey en un par 3, ¿por qué yo no puedo hacer 7?", se justificaba con lógica cartesiana Pablo Poncini, luego de atravesar el hoyo 6.

Pasan los años y seguimos haciendo las mismas boludeces

Para el publicista y Coco Bordoli era el debut en el predio de Ruta 8. "Pepe, tenés que pegar 200 yardas de aire para pasar el agua", mintió Febré, de cara al largo par 3 del hoyo 14. "¿Qué? ¿Hay un hazard antes del green?", preguntaba Poncini con cara de Jesucristo en el Monte de los Olivos. Castiella se apiadó de él y aclaró no sin cinismo: "No hay agua, Pepe, pero con este viento en contra tenés que calcularle unas 240 yardas de aire al green". La cara de Jesucristo en el Monte de los Olivos no cambió. Es realmente un calvario dejar la pelota 30 yardas corto en un par 3 cuando el palo que tenés en la mano es el driver.

Picada Kosher

La maldad de Febré (¡Siempre Febré!) tenía un motivo. No sólo por la seguidilla triple bogey - bogey - triple bogey que arrastraba entre el hoyo 9 y el 11, sino porque al llegar al demorado bar de Hebraica se encontró con la maldita novedad: "Nada de harinas", le espetó -con respeto- la encargada. Y explicó gentilmente sacándose toda responsabilidad: "Ellos sólo permiten el Mashá", una galleta de harina Kosher que ni por asomo podía llenar las necesidades gastronómicas que traía Febré después de yugar once hoyos. Cuatro pares y cuatro bogeys en 8 hoyos era un promisorio comienzo. Pero que se derrumbaba, cual Cabrera en la segunda vuelta de Augusta, al pasar por el Amen Corner. Y encima nada de harinas. "Dame una banana y una coca light, por favor", había refunfuñado el veterano.

Hubo tiempo para una foto sobre el Feldman's Bridge, bautizado así en honor del Hogan's Bridge. El Jacob's Creek, homónimo del Rae's Creek, lucía caudaloso gracias a las últimas lluvias, aunque barroso. Antes de pegar la salida del 16, ese terrible par 5 con forma de "S" donde termina el Shalom Corner, solo una oración y mucha fe podían salvar alguna de las vueltas de la delegación.

Golfetas en el Feldman's Bridge, sobre el Jacob's Creek.

Bordoli traía cara (y tarjeta) de "Hace 3 días que no duermo". Encima un desubicado decidió dropear sillas y mesas en el porche de su casa, vecino al tee del 17, justo cuando Coco estaba por pegar su salida en el par 3. ¡Papa! Castiella se ilusionaba con un buen final hasta que ese inofensivo par 3 le "comió" una bola y terminó con sus expectativas. "Igual, me voy con una buena sensación", repetía y se consolaba a lo largo de los 50 km de vuelta.

Son cosas del golf, pensaba Febré: cuando El Pesaj y la Semana (non) Santa coinciden, mejor que estar penando en una cancha es ver el Masters por TV.