Una mañana perfecta, en pleno mayo en Mar del Plata. 19º, casi sin viento.
Desayuno en el Sheraton completo y liviano para participar de la jornada golfística del día.
Todo presagiaba un gran día de golf.
La noche anterior la cena con vista al mar, que culminó en la 10 manos seguidas de mi amigo en el Casino ganando al Black Jack junto a los taiwaneses que aún tenían ese inconfundible olor a calamar, completaban la escena…¡Qué más se podía pedir!
Ya en la sierra bajé mis palos y calcé mis zapatos en los que había acomodando con elegante destreza las plantillas de silicona que alivian el dolor de espalda.
Por la mirilla del ojo lo vì. Lentamente subía la escalera esa incofundible silueta que traía su sonrisa espontánea.
Casi tartamudeando de la emoción, sólo pude decir: CACHITTTTOOOO???????!!!!!!!!
Su respuesta no se hizo esperar.
-QUIIIIJJJOOOOEEEPPPUUUTTAAAAAA
-Qué hacés Chachito!!!
-Yo bien -me contestó, y fue al grano-…lo ves a Guido???. -Me preguntó sin demora-.
-Sí -le contesté, advirtiendo que su gesto se transformó, como si el alma le volviera al cuerpo, como si recuperara esos 15 gramos-.
-Contame cómo está!, ¿se acuerda de mí? ¿Cuándo viene? -necesitaba una catarata de información al instante-.
-El está bien, siempre te recuerda y se está dedicando a la vela ahora -le aclaré que era un tema náutico porque frunció su seño como si hubiera pensado algo raro que no condecía con la condición del nombrado-.
-Yo no puedo dejar de pensar en él, le di lo mejor de mí, lo puse todo. Aún recuerdo nuestros paseos por los fairways de estos valles, y de nuestras tontas diferencias que surgieron en Tulsa. Te confieso, y no le cuentes a él, que ese domingo fui a verlo jugar a Playa Grande. No lo quise acompañar para que me extrañe, para que sienta lo que yo sufrí (con su voz entrecorada).
-Y no pudo seguir…-
-¿Estás bien Cachito??? -le pregunté al producirse la pausa-.
-No puedo más, siento presión acá –me respondió, llevándose la mano hasta el corazón-.
-¿Me llevás los palos hoy? –le pregunté para cambiar el tema-.
-Discúlpeme pero no lo podré servir –expresó ahora sin tutearme, con inusual distancia y dureza-.
-Te comprendo Cachito, no te preocupes –le dije sacándole presión-.
-Háblale de mí, cuéntale que estoy bien, que siempre pienso en él, que lo quiero ver, que ya nada es lo mismo para mí desde aquel día, que lo extraño, que lo quiero...
Y se fue. Así como vino. Solo y servil. Vivaz y locuaz. Acompañándolo a estar solo, como reza Arjona. Cachito espera el reencuentro. Solo piensa en ello. Se cuestiona hoy esa tonta diferencia de aquél sábado.
Sabe que en poco tiempo se jugará el Silver Sea 2009.
Y tendrá su momento. Una nueva oportunidad.
2 comentarios:
Premio Pullitzer para el Corresponsal! Tripenetrante!!!!
¡Quiiiiiiiiijooooeputaaaaaa!
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