28 de noviembre de 2012

¿Por qué Jugamos?

A menos de una semana de la Mogstros 2012, este post debería hablar de eso. Del último Major del año, del torneo donde dejamos de pensar individualmente y nos ponemos una u otra camiseta, y tratamos de cumplir con la misión que nos encomienda nuestro capitán. Defender o recuperar el trofeo, según nos toque cada año.

Podríamos hablar del match que jugaron el Timbaleta Cimadevilla y el Duke Depetris entre el sábado y domingo, en la única cancha que puede exhibir este cartel en la Puerta:

La Puerta de entrada al Córdoba Golf Club, en Viiia aaaaiende.

Pero la idea de este post es contar puntualmente lo que pasó allí el domingo. Llegamos con tiempo como para disfrutar un rato de una terracita que tiene mejor vista que un penthouse frente al Central Park. La vista completa del 1, el 9, el 10 y el green del 18. Si te falta algo para ser feliz, te pedís una picada con milanesita cortada y listo.

Un vistón.

Y listos estábamos para pegar en el 1, cuando el starter de quien no averiguamos el nombre, pero que tiene cara de ser parte de la historia del Golf Argentino nos presentó a Fernando y Francisco, nuestros compañeros de vuelta.
Francisco, de unos veinticortos años y 15 de handicap, que se disponía a jugar, otra vez más, uno de los tantos matches que juega habitualmente con su papá, Fernando, de unos 55 y 23 golpes de handicap.

Para los que tenemos la suerte de poder compartir esto con nuestros viejos, esta historia puede sonar familiar, y para ampliar un poco el espectro podríamos incluir a todos aquellos que hayan acostumbrado medirse con su “viejo” en un partido de ping pong, una partida de Ajedrez, o simplemente un truco en la playa en punta mogotes. En todas ellas, más allá de la potencia física del más joven de los dos, o las mañas que le dieron los años al más viejo, está la cuestión de JUGAR. Como cuando el juego pasaba por una carrera hasta la esquina, con 20 metros de ventaja (o de handicap), donde no teníamos ninguna chance y, en definitiva, lo menos importante era ganar, aunque nos muriéramos por llegar primero. Era feo perder, pero era mucho peor cuando te decían, no, basta… hoy no…estoy cansado… andá a correr con tu hermana… y otras maniobras frustrantemente evasivas…

Francisco y Fernando, de Buenos Aires, pasaban el fin de semana como tantos otros en su casa de la sierra y se habían escapado hasta Villa Allende para apostar fuerte. Al perdedor le tocaría manejar la hora y media del camino de vuelta a Ascochinga.

Al terminar el día, Francisco y Fernando nos dirían que la habían pasado bien en nuestra compañía, y que habían disfrutado de vernos pegar alguno de esos tiros que a veces y con gran cuota de casualidad podemos llegar a pegar. A nosotros en cambio no nos salían las palabras precisas para agradecerles por su compañía y por la experiencia que acabábamos de vivir…

A esta altura, el lector puede empezar a aburrirse, pero esta es la introducción y el desenlace unidos. Permítanme contarles ahora el nudo de esta historia.

Hace unos 35 años Fernando paseaba con su novia por la ruta en una camioneta que manejaba el papá de ella. Los 3 compartían el asiento delantero. Eran épocas donde no se usaban los cinturones de seguridad, y en una curva en el camino de ripio la camioneta derrapó, se abrió la puerta y esos 2 chicos salieron despedidos.

Como consecuencia del accidente Fernando no pudo volver a jugar al Rugby en el Alumni al que años más tarde sacaría campeón como entrenador de la primera. El y su novia habían perdido, nada menos (y luego veremos que nada más), los dos, el brazo derecho.

De ella no sabemos el nombre, no lo preguntamos, pero sabemos el nombre del 5to de sus hijos. Se llama Francisco, y tiene unos veinticortos años, y me acababa de saludar, y estaba listo para salir a jugar una vuelta de golf con su papá Fernando, que lo desafiaba a competir, valga la redundancia, con una mano. Como me decía mi viejo en la mesa de Ping Pong (ahora te voy a ganar jugando con la izquierda).

Entonces Francisco nos puso en clima: “Dale viejo, esmerate que hoy no tengo ganas de manejar y no pienso regalarte un solo hoyo.”

Mariano y yo pegamos desde bochas negras, a Francisco le tocó después desde azules, y Fernando pegaría finalmente desde Blancas. Y ahí nos quedamos boquiabiertos viendo como, con un swing de dos tiempos perfectamente ensayado, con mucho cuidado de no desplazarse de costado, pero con un envidiable giro de cintura y de hombros, Fernando pegó el primero de los 18 drives del día. Todos haciendo volar la bola, y en casi todos agarrando el fairway.

Fernando se animó a pegarle por primera vez a los 30, acompañando a su papá al driving. En cuanto vio un golpe que salió bien pensó que podían aparecer otros, y laburó para confirmarlo. Hoy le aguantó el match a su hijo hasta el hoyo 16.

“Che, te lo habrán dicho mil veces, pero lo de tu viejo es increíble”
“Ya se, no me lo digas porque si lo pienso no le puedo ganar”
“Me imagino que no es en lo único que se las supo arreglar”
“Imaginás bien…. Por eso te lo digo. Y si me descuido me gana”

Sin entrar en detalles, Fernando, desde bochas blancas, 6053 yardas, pero con los mismos greens que lo sacaron bueno a Romero y a Cabrera, hizo un neto de 82. Que tul?
Cuando hizo par en el 2, par 5 de 491 yardas, no pude contener mi admiración, claramente manifestada con un seco “Bien che!”
Hoyo 10. Fernando y uno de los Par 3 más divertidos de la Argentina. 


Un rato más tarde entraríamos en confianza y hasta nos permitimos algunos chistes. Luego, en el hoyo 13 Fernando me ayudó a recordar por que jugamos al golf.
Pegué el peor drive del día, un taco corto al rough de la izquierda, y quedé a unas 350 del hoyo. Y desde ahí, con 3 buenos golpes pude sacar uno de esos pares que te alegran mucho más que un birdie.
Caminábamos juntos al tee del 14:

Me dijo: “¿Ves como es el golf?”
Le contesté: “claro, no hay que rendirse nunca”
No me dijo nada más, no hacía falta.

Sabemos que nunca vamos a pegar como los profesionales, por lo general nos pagan para hacer otra cosa. Pero para todos nosotros, con handicaps cercanos al 0, al 18 o al 36, el desafío es el mismo. No se trata de hacer pares o birdies. Se trata primero de intentarlo, y luego de sobreponernos a los errores que nos esperan ahí, con garantía de entrega, cada fin de semana.
De tener la cabeza despierta para cambiar de estrategia si las cosas salieron mal, y de llegar al mismo número. O de minimizar los daños y esperar con paciencia el momento de recuperar.
De conocer nuestras limitaciones, pero no subestimar nuestras capacidades.
Por eso se divierte un tipo que pega 300 yardas, o uno que pega 150. Porque ambos pueden sentir que ganaron, si logran lo que salieron a buscar.
Porque es un juego, pero no es un juego para cualquiera, por más que exista el handicap.
Porque además de pagar la matrícula anual, hay que tener los huevos que tuvo Fernando y animarse a seguir intentando, siempre.

El sólo hecho de haberlo intentado lo convierte en un ídolo del deporte. Esa es la sensación nos generó en apenas 4 horas, y es sin dudas, es el ídolo de Francisco que festejó, orgulloso, cada buen tiro de su papá, Fernando, que obviamente salió del club manejando.
Había perdido.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Grande Tongo, emocionante
Gf

Lucho dijo...

Q buena historia y bien contada! La vida es un leccion permanente....

Coco Basile dijo...

Muy bueno!!

Anónimo dijo...

El mejor post de la historia golfeta.
Congratulations Tongo.

MF

Anónimo dijo...

Tongo, simplemente emocionante! Gran lección de vida!. A seguir jugando con este espíritu. Farinello.-

Anónimo dijo...

Felicitaciones a Cimadevilla por un gran torneo Desafio Federal 2013.Agradecimiento a los organizadores.
Farinello