El azar de las bolas rodando para acomodarse, más o menos cerca unas de otras,
determinó la conformación de las dos líneas para jugar en Pingüinos un domingo
helado. Y como bien descubriera inmediatamente el reciente ganador de la Lechon,
las caprichosas decidieron que una línea estuviera integrada por los cuatro
golfetas más veteranos y la otra por los más jóvenes. Así, en la primera salieron los
hermanos Foglia más Guido y Matt. Y en la segunda el Dr. Bolado, Lucho, Capón y
Poncini.
| Esta vez le hundieron la canoa al mismísimo Capitan... |
Excepto que en el tee del uno Marcos, Matt y Guido la tiraron al carajo, no sabemos
mucho más de lo que ocurrió con esa línea. Porque producto de su juventud, de
nuestra lentitud en el juego o quizás por el miedo de los jr a que continuásemos
viendo sus salidas desviadísimas, se nos escapararon y los perdimos completamente
de vista.
Ya que hablamos del juego, hay que decir que la línea de los veteranos no fue
precisamente una digna del Senior US Open, cuya ronda final justo se disputaba
ayer. El único que hizo una idea más o menos aceptable fue Juan Pablo Capón.
Bolado estaba lejísimos de ser ese doble ganador de majors que todos conocemos,
a Castiella se le hacía difícil ponerla derecha y Poncini, a pesar de sus múltiples y
espantosos errores, aseguraba estar mejor que en sus últimas dos presentaciones.
Capón, con 49, fue el único jugador de la línea con menos de 50 golpes para la ida.
La vuelta comenzaría con renovadas esperanzas, que en el caso de Poncini se
derrumbarían rápidamente cuando después de tirarla al hazard de la derecha,
cometió todos los pecados reglamentarios posibles, como correr unas pajas que lo
molestaban y apoyar el palo. Le faltó ponerse a cortar el pasto. Golpe de multa, del
hazard al agua, otro golpe de multa y a seguir luchando. Los otros tres miembros de
la línea también alternaron buenas y malas. Sobre todo malas. “Con este frío no me
puedo mover”, “estoy demasiado arropado”, “la bola no vuela” y “la cancha está fea”
fueron algunas de las frases que intentaban explicar tan mediocre actuación de los
golfetas de más de 40. Pero el golf siempre nos da la posibilidad de justificar, al
menos con alguna anécdota, el hecho de habernos levantado un domingo a las 6.50
de la madrugada con una temperatura de apenas 2 grados.
En este caso la anécdota tuvo lugar en el hoyo 17. Un par 3 algo largo, al que el único obstáculo que le faltaría es tener algunas vallas para que los jugadores salten camino al green.
los que me refería es un árbol que está unas 20 yardas antes del green. Castiella
vociferaba entusiasmado “Muy buena Capón!”. Los otros dos jugadores de la línea,
en silencio, observaban cómo esa bola viajaba a toda velocidad directamente hacia
el tronco del árbol mencionado. Parecía que le iba a dar de lleno. Y así fue. La única
duda era si después de eso había ido para atrás, para un costado o si se había
acomodado sobre el árbol. Las fotos obtenidas por Bolado y Castiella son más
elocuentes que cualquier frase que pudiéramos escribir en esta crónica. Lucho
Castiella lo había caponeado al mismísimo Capón.